El legal design es una nueva área que nació hace unos años en la universidad de Stanford, California, en la conjunción del diseño y la metodología del design thinking aplicado al ámbito jurídico y se utiliza para crear productos, servicios e incluso modelos de negocio innovadores en el ámbito legal.
Se compone de la integración de la planificación y la organización de personas, estructuras, canales de comunicación y todos los otros aspectos que conforman un servicio con el fin de mejorar la calidad de la interacción entre el prestador de servicios y los usuarios, centrando su mirada en el usuario (cliente). Posee 2 características que lo diferencian del resto de disciplinas de innovación legal (i) su foco en el usuario. La experiencia de usuario es un aspecto que pocas veces se tiene en cuenta cuando abordamos un problema jurídico. Aquí, todo el procedimiento de creación está dirigido a solucionar las necesidades del cliente final. Alcanzar una experiencia de usuario óptima e inclusiva cuando utiliza el producto o servicio objeto de desarrollo es una parte esencial del proceso creativo; y (ii) la construcción rápida de prototipos, que se exponen al uso e interacción con usuarios reales. Con la información derivada de estas interacciones tempranas se desarrollan nuevos prototipos mejorados, de tal manera que con cada iteración se ajusta la idea y se perfecciona significativamente el producto o servicio final. Estas dos características provocan que los productos creados a través de legal design no solo resuelvan problemas de forma eficaz, sino que sean verdaderamente útiles y atractivos para el usuario. (Fuente: TheTechnolawgist ). La relevancia de esta disciplina destaca en que hace entendible visualmente los alcances jurídicos y las personas pueden comprender de mejor manera sus alcances.
Esta disciplina viene a reforzar lo sostenido por el Presidente Subrogante de la Ex. Corte Suprema al sostener en un seminario que “sin la mediación de un traductor, las comunicaciones verbales o escritas de los profesionales del derecho. (…) El derecho a comprender implica un cambio en el paradigma, se realiza un giro lingüístico hacia la ciudadanía, hacia las personas. Las personas son el centro de nuestra preocupación, así los giros requieren que avancemos de un lenguaje técnico y especializado a la adopción de un lenguaje cotidiano, sin barreras de entrada o que implique una práctica que excluye a parte de la ciudadanía del diálogo social y a que ellas tengan una plena participación en la sociedad que estamos construyendo y de la que ella forma parte”. “El uso del lenguaje claro es fundamental para acercar la justicia a las personas, porque de otra manera se limita el entendimiento y no es consustancial al pleno goce de los derechos de las personas”, Fuente: En Estrado.
De lo anterior podemos entender que un lenguaje más claro, apoyado con el diseño y con foco centrado en el cliente hacen más entendible el derecho lo acercan más a las personas impactando en la forma de cómo se gestiona y también como una manera de disminuir acciones legales futuras producto de no entender su aplicabilidad.
