Durante la pandemia se hizo latente un término muy utilizado, producto que muchos servicios tanto públicos como privados se digitalizaron. La frase “Brecha Digital” se fue posicionando a todo nivel, en servicios de comercio electrónico, banca digital, servicios del Estado. Durante los meses de cuarentena y encierro el uso de las plataformas de internet permitió mantener activa nuestra economía, sin embargo, esto tuvo un costo para muchos, en especial la tercera edad. Fui testigo directo de cómo adultos mayores tuvieron problemas para acceder al uso de su clave única, por una parte, el no tener las competencias digitales y como consecuencia de ello no tener acceso a teléfonos inteligentes para realizar los trámites. Al vivir a más de 120 kilómetros de mis padres, el tener que gestionar sus compras online, pago de servicios básicos, fue todo un alivio poder realizarlo vía remota, pero cuando tenían que salir, debía caminar más de 7 cuadras a la Comisaría de Carabineros más próxima para pedir un permiso de movilidad para ir al supermercado que sólo estaba a una cuadra de su departamento, su capacidad de autonomía se veía fuertemente limitada, pero también nos demostraba la brecha digital que tenemos en nuestra sociedad.
Este tema hoy se está viendo hoy agudizado cuando vemos que muchos servicios, especialmente los financieros comienzan a digitalizar sus procesos y a automatizarlos, sin embargo, nos encontramos con la realidad de que no todos tienen las competencias digitales básicas para hacer frente a estos cambios, hoy se nos hace frecuente ver en el mesón de un banco a personas de tercera o cuarta edad recibiendo la respuesta que tal o cual procedimiento solo se hace desde internet. Algunos tienen el apoyo de nietos, hijos o familiares, pero qué ocurre con los que no lo tienen.
El desarrollo tecnológico que estamos viviendo lleva a los países a que avancen más rápidamente en la masificación de las tecnologías contra otros que se quedan atrás. Esta es una realidad mundial, pero que no sólo afecta a los países desarrollados versus a los en vías de desarrollo, sino que afecta al interior de cada país, pero también incluso dentro de cada país hay nuevas brechas que generan sectores apartados a estas nuevas tecnologías.
La tecnología tiene un papel preponderante en el desarrollo de las economías a nivel mundial. Los desafíos que se nos presentan para el futuro son el definir una estrategia país, mejorar aspectos claves de nuestra economía como la educación y capacitación. Curiosamente, esta “brecha digital 2.0” genera segmentos de la población sin acceso a estas tecnologías, no solo la tercera edad también las pequeñas y medianas empresas están en esta condición.
Las dificultades que se presentan en nuestro país para hacer frente al avance de las TIC y avanzar en la cuarta revolución industrial descansan fundamentalmente en la adopción de la tecnología en las pequeñas y medianas empresas para que sean más productivas y eficientes. Debido a la escasa asesoría de estas empresas y frente al poco conocimiento de las herramientas tecnológicas ellas no han logrado dimensionar la relevancia que tiene el uso de las tecnologías en la implementación y administración de sus negocios, por ello gran parte de la inversión en tecnología se concentre sólo en las grandes empresas, así como en el uso adecuado de la información de sus propios negocios. La tarea de los particulares y del gobierno es revertir estas cifras y enfrentar de la mejor manera posible y coordinadamente este nuevo desafío, impulsando la formación tecnológica y generando espacios de aprendizaje presencial o virtual.